6 oct 2011

PCMLM – DOCUMENTO N°7: LAS MASAS HACEN LA HISTORIA, EL PARTIDO LAS DIRIGE

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PCMLM – Documento n°7
Agosto de 2011
Las masas hacen la historia, el Partido las dirige.

1. Las enseñanzas de los acontecimientos políticos en los países árabes.

“Para realizar la revolución, hace falta un partido revolucionario. Sin un partido revolucionario, sin un partido revolucionario creado sobre la teoría revolucionaria marxista-leninista y en el estilo revolucionario marxista-leninista, es imposible conducir a la clase obrera y las amplias masas populares a la victoria en la lucha contra el imperialismo y sus lacayos.” (¡Fuerzas revolucionarias del mundo, unios, luchad contra la agresión imperialista! Mao Tse Tung, noviembre de 1948).

“En quinto lugar, proporciona una forma de organización de la vanguardia, es decir, de la parte más consciente, más enérgica y más avanzada de las clases oprimidas, de los obreros y de los campesinos, constituyendo, de este modo, un aparato por medio del cual la vanguardia de las clases oprimidas puede elevar, educar, instruir y guiar a toda la gigantesca masa de estas clases, que hasta hoy permanecía completamente al margen de la vida política, al margen de la historia.” (Lenin, septiembre de 1917).

“El proletariado necesita del Partido, ante todo, como Estado Mayor de combate, indispensable para la conquista victoriosa del Poder. No creo que sea necesario demostrar que, sin un partido capaz de reunir en torno suyo a las organizaciones de masas del proletariado y de centralizar, en el curso de la lucha, la dirección de todo el movimiento, el proletariado de Rusia no hubiera podido implantar su dictadura revolucionaria.
Pero el proletariado no necesita del Partido solamente para conquistar la dictadura; aún le es más necesario para mantenerla, consolidarla y extenderla, para asegurar la victoria completa del socialismo.” (Los fundamentos del Leninismo. Stalin, 1924).

Nuestra época es la de la revolución mundial y en cada país el socialismo debe vencer de la mano de la clase obrera organizada en su Partido, el Partido Comunista, armado con el materialismo dialéctico, izando bien alto la bandera del marxismo-leninismo-maoísmo.

Sólo la clase trabajadora, la clase más revolucionaria de la historia, es capaz de librar al mundo de la dominación, la opresión y la explotación capitalistas. Sólo la clase obrera, clase capaz de transformar la materia, tanto al transformarse a sí misma como por su conciencia de la ciencia materialista dialéctica, es capaz de realizar el proyecto revolucionario correspondiente a nuestra época.

Los movimientos de masas que han tenido lugar en los países árabes confirman esta tesis; estos movimientos no han brotado de la clase obrera, de su Partido Comunista, ni han estado dirigidos por ellos; no llevaban en sí el socialismo, la lucha de clases que conduce a la destrucción del viejo estado y a la fundación del nuevo, socialista, basado en relaciones sociales socialistas.

No se ha producido, por lo tanto, revolución socialista alguna; ni siquiera la revolución democrática que necesitan estos países. Y ello ha sido así porque el materialismo dialéctico enseña que la revolución democrática debe estar dirigida por el Partido Comunista, que la prolonga de manera ininterrumpida en la revolución socialista.

Los movimientos de masas en los países árabes, dirigidos por la pequeña burguesía y la burguesía nacional, estaban imposibilitados para llegar hasta el final: la destrucción del viejo estado fascista que, en consecuencia, simplemente se ha reorganizado.

En términos históricos, no se ha producido ningún cambio importante porque la base económica no ha cambiado y el viejo estado no ha sido destruido.

En Libia ocurrió un fenómeno diferente; el movimiento de crítica al régimen se transformó directamente en sumisión a diversas burguesías imperialistas, transformándose ciertos componentes de la burguesía nacional y de la pequeña burguesía en nueva burguesía burocrática al servicio del imperialismo.

Aplicando los principios del derrotismo [“défaitisme”, en el original] revolucionario, según los principios leninistas, el PCMLM lanzó la consigna: “¡Por la derrota del imperialismo francés en Libia!”, consigna totalmente justa y en contradicción con la campaña anti-Gaddafi orquestada sobre presupuestos burgueses por el imperialismo, cuyas consignas hizo suyas el movimiento de masas en Libia.

La situación en Libia es la verificación práctica de la teoría marxista-leninista-maoísta que dice: “las masas hacen la historia, el Partido las dirige”, ya que sin la dirección del Partido, las masas no hacen la historia; en Libia, no se ha hecho historia sino simplemente un cambio de burguesía burocrática.

Sin Partido Comunista que dirija las luchas de clases no hay realización histórica, razón por la que está en el orden del día de cada país la reconstitución de un Partido Comunista sobre la base del marxismo-leninismo-maoísmo, así como la constitución de un núcleo duro internacional que una a los comunistas, embrión de una nueva Internacional Comunista.

La situación en Libia no es el resultado de un movimiento de masas auténticamente revolucionario por dirigido por la clase obrera, sino el resultado de una movilización organizada al servicio de potencias imperialistas, es decir, de una maniobra imperialista.

Ello queda de manifiesto en el nivel de la superestructura, el aparato del estado recién formado por los imperialistas; de la ideología y de la cultura, nacional-feudal; así como de la educación, fuerte presencia de la religión.

La nueva sociedad libia establecida por las potencias imperialistas, entre ellas Francia, no diferirá sustancialmente de la antigua dictadura de Gaddafi.

 

2. La pregunta esencial: la del poder político, la del papel dirigente del partido.

 

“El Partido tiene que ser, ante todo, el destacamento de vanguardia de la clase obrera. El Partido tiene que incorporar a sus filas a todos los mejores elementos de la clase obrera, asimilar su experiencia, su espíritu revolucionario, su devoción infinita a la causa del proletariado. Ahora bien, para ser un verdadero destacamento de vanguardia, el Partido tiene que estar pertrechado con una teoría revolucionaria, con el conocimiento de las leyes del movimiento, con el conocimiento de las leyes de la revolución.

 

De otra manera, no puede dirigir la lucha del proletariado, no puede llevar al proletariado tras de sí. El Partido no puede ser un verdadero partido si se limita simplemente a registrar lo que siente y piensa la masa de la clase obrera, si se arrastra a la zaga del movimiento espontáneo de ésta, si no sabe vencer la inercia y la indiferencia política del movimiento espontáneo, si no sabe situarse por encima de los intereses momentáneos del proletariado, si no sabe elevar a las masas hasta la comprensión de los intereses de clase del proletariado.

 

El Partido tiene que marchar al frente de la clase obrera, tiene que ver más lejos que la clase obrera, tiene que conducir tras de sí al proletariado y no arrastrarse a la zaga del movimiento espontáneo. Esos partidos de la II Internacional, que predican el “seguidismo”, son vehículos de la política burguesa, que condena al proletariado al papel de instrumento de la burguesía. Sólo un partido que se sitúe en el punto de vista del destacamento de vanguardia del proletariado y sea capaz de elevar a las masas hasta la comprensión de los intereses de clase del proletariado, sólo un partido así es capaz de apartar a la clase obrera de la senda del tradeunionismo y hacer de ella una fuerza política independiente.

El Partido es el jefe político de la clase obrera.” (Los fundamentos del Leninismo. Stalin, 1924).

El marxismo-leninismo-maoísmo enseña que la única perspectiva revolucionaria es la fundación del Partido Comunista que, en tal caso, dirige la guerra popular de acuerdo con la realidad de su país para hacer triunfar la revolución (democrática o socialista).

Esta ley universal es válida en todos los países; la tarea de los comunistas es fundar el estado socialista en su propio país para hacer de él un baluarte de la revolución mundial.

El trotskismo niega esta posibilidad, afirmando la imposibilidad del socialismo en un país, al igual que niega la posibilidad de fundar el Partido Comunista sin el éxito de la revolución a escala mundial.

El trotskismo, cualquiera que sea la forma en que se presente, expresa de este modo su identidad contrarrevolucionaria.

El marxismo-leninismo-maoísmo afirma el carácter universal de la tesis de la construcción del Partido Comunista y su papel dirigente de la revolución socialista y en la construcción del socialismo.

No hay situación alguna en que esta ley científica pueda quedar en tela de juicio por una “revuelta de masas”, un “levantamiento”, un “poder popular”, un “movimiento popular”, etc.

El objetivo comunista es la destrucción del viejo estado, el estado burgués; cualquier objeción a este objetivo estratégico sirve a la burguesía, como demostraron la interpretación oportunista del Frente Popular por el Partido Comunista (SFIC) en 1936, o la firma de los “acuerdos de paz” en Nepal por el Partido Comunista de Nepal (maoísta).

Sin esperar siquiera al periodo en que se plantea abiertamente la cuestión del poder, es una línea oportunista de derechas abogar por la negación de la necesidad de un Partido Comunista con una base teórica de alto nivel y centralizado en lo político.

Lenin criticó ya esta crítica aparentemente de “izquierdas” y radical, revolucionarista [“mouvementiste”, en el original] y, de hecho, de tipo centrista y capituladora.

En “La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo”, Lenin nos enseña que:

“Negar la necesidad del partido y de la disciplina del partido, he aquí el resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a desarmar completamente al proletariado en provecho de la burguesía. Esto da por resultado los vicios pequeñoburgueses: dispersión, inconstancia, falta de capacidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los esfuerzos, para la acción organizada que producen inevitablemente, si se es indulgente con ellos, la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado.”

Desarmar ideológicamente, tácticamente y en la práctica a los comunistas: éste es el enfoque de la línea oportunista de derechas que enmascara su actividad detrás de grandes frases sobre la importancia de éste o aquel movimiento, de ésta o aquella iniciativa popular, etc.

Contra esta línea oportunista de derechas, el Partido Comunista Marxista-Leninista-Maoísta reitera la necesidad de la construcción del Partido, la necesidad de aumentar sin cesar el nivel ideológico de los comunistas y de las masas.

El espontaneismo promete grandes cosas, pero no es más que la máscara de la burguesía para liquidar el Partido, sin el que las masas no tienen nada.

Libia: ¡El complot imperialista ha triunfado, pero las masas árabes serán capaces de generar un Partido Comunista que desarrolle la guerra popular hasta la liberación nacional!

¡Adelante en la construcción del Partido Comunista Marxista-Leninista-Maoísta, como estado mayor y bastión inexpugnable de la revolución socialista en Francia!

¡Adelante en la [defensa] de la cultura y la civilización frente a la decadencia del capitalismo agonizante!

¡Que en todas partes las masas populares adopten la consigna del Partido: “socialismo o barbarie”!

 

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